domingo, 17 de febrero de 2013
LA INFLUENZA A Hl Nl
Fue en el año dos mil nueve
un veintitrés del mes de abril,
cuando México vibró
por una enfermedad febril.
El D.F. fue el epicentro
de la epidemia letal,
que asustó a los chilangos
y al pais en general.
En un principio la llamaron
como la gripe porcina,
de porcina no tenía nada,
pero asustaron a la vecina.
Nadie deseaba comer
un taquito de carnita,
por el miedo a contraer
la enfermedad maldita.
Por eso Nacho y el Gallero
estaban muy preocupados,
sólo vendían la mitad
de los cerdos sacrificados.
Y para aligerar la crisis
entre la gente sana,
La Secretaría de Salud
la llamó influenza humana.
El gobierno a la población
a informarlo se avoca,
y dice que el contagio
sólo era de boca a boca.
Y que para evitar el mal
ya no debían saludar,
ni de mano, ni de beso
y taparse al estornudar.
Otro medio preventivo
entre los seres humanos,
fue la higiene personal
y lavarse bien las manos.
Con mucha agua y jabón
se podía evitar el mal,
y se protegían mejor
usando antibacterial.
Antes de ese suceso
pocos tenían precaución,
de enjugarse bien la manos
aunque fuera sin jabón.
Las gentes por todos lados
rebuscaban como locas,
en hospitales y farmacias
los famosos tapabocas.
Por eso los comerciantes
con mierda en vez de sesos,
subieron los tapabocas
de dos hasta ocho pesos.
También en las farmacias
faltaron antigripales,
para cubrir la demanda
de nuestras clases sociales.
Con la alerta sanitaria
se avisó a la población,
para que tengan cuidado
si les gusta el reventón.
Y mejor era no asistir
a un evento masivo,
donde podían contagiarse
de ese virus agresivo.
Por esa razón Tanao
detuvo los festivales,
Día del Niño y la Madre
y fiestas magisteriales.
Prepas y Universidades,
Kinders y Primarias,
suspendieron sus labores
por medidas sanitarias.
También las autoridades
cerraron las deportivas,
a los atletas que gustaban
de actividades recreativas.
Y los padres Maganda y José
por órdenes superiores,
cerraron bien las iglesias
para evitar males peores.
También los antros cerraron
por orden de reglamentos,
para evitar los contagios
entre chicos calenturientos.
Para fortuna de todos
la influenza no llegó,
a mi querido Uriangato,
pero qué susto nos dio.
Algo bueno aprendimos
de la enfermedad mortal,
que la higiene es la base
para contrarrestar el mal.
Esto fue sólo un aviso
que no pasó a mayores,
Dios nos cuide y proteja
de otros males peores.
Demos gracias a Dios
y al Arcángel San Miguel,
que siempre nos ha cuidado
por ser un pueblo muy fiel.
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