jueves, 14 de febrero de 2013

MARTES DE CARNAVAL






Cierta noche una familia
en reunión muy especial,
abuela y nietos hablaban
del martes de Carnaval.

Orgullosa decía la abuela
cuando yo tenía su edad,
el carnaval en Uriangato
era hermoso de verdad.

No es la misma fecha
cada año es diferente,
pero desde un mes antes
se preparaba la gente.

De los huevos que comíamos
guardábamos el cascarón,
los llenábamos  de confeti
y le poníamos su tapón.

Luego que se secaban,
con estilo muy fino,
se pintaban y adornaban
con tinta de solferino.

Y el martes de carnaval
chicos y chicas por montón,
acudíamos a la plaza
a romper el cascarón.

Mucha gente los vendía
y buenos pesos sacaban,
se vendían por una gruesa
y por docenas se embolsaban.

Jóvenes y señoritas
acudíamos al jardín,
a buscar a quien romper
el cascarón con confetín.

Una nieta la interrumpe
y pregunta a la  abuelita:
De tantos cascaronazos
¿No te dolía la cabecita?

¡Claro que sí! le contestó,
pero tenía que aguantarme,
¡Ah! pero si me caía gordo
luego podía desquitarme.

En la siguiente vuelta
lo agarraba descuidado,
y le daba un cascaronazo
en la choya, bien dado.

Ay abuelita ¿Eras peleonera?
no hijita; no me dejaba,
había que pagar igual
porque de eso se trataba.

Pero también les digo
había otros muy educados,
respetuosos y atentos
que los rompían con cuidado.

Esa cortesía agradaba
y con la misma amabilidad,
le rompías el cascarón
con mucha seriedad.

Así fue como iniciaron
noviazgos duraderos,
que terminaron en boda
en amores verdaderos.

También surgieron odios
contra los abusadores,
groseros y perversos
que te dejaban dolores.

¡Eran otros tiempos hijitas!
pero, solo les he hablado,
de cascarones de confeti
los de agua florida han faltado.

¡Cuéntanos abuelita!
de ésa época pasada,
cuando por educación
la mujer era respetada.

Dijo otra de las nietas: Hoy
como va a ser respetada,
si se dan a llevar fuerte
con toda la muchachada.

Ya no interrumpan muchachas
y que nos siga platicando,
¿Cómo eran los de agua florida
que nos estabas contando?

Pues verán ustedes hijitas
las gentes que los vendían,
preparaban el agüita
con el perfume que tenían.

Llenaban el cascarón
y lo tapaban con un gorrito,
con papeles de colores
pa´que se viera bonito.

Los que lo iban a quebrar
lo tomaban con cuidado,
y cuando pasaba la chica
lo rompían desmoronado.

Pa' que le escurriera el agua
por toda la cabecita,
eso a la chica agradaba
aunque estuviera friecita.

No todas eran así
había otras que no querían,
le detenían la mano,
pero así se lo rompían.

Terminaban empapadas
del pelo hasta las costillas,
así se vivía el carnaval
entre grandes y chiquillas.

Pero no siempre fue así:
decía la abuelita,
con el paso de los años
se fue acabando la fiestita.

No faltaron los sinvergüenzas
groseros y mal educados,
que en lugar del confeti
con harina eran llenados.

Imagínense nada más
a las pobres muchachitas,
mojadas y enharinadas
llegaban a sus casitas.

Así empezó a desvirtuarse
esta hermosa tradición,
de romper en el carnaval
el famoso cascarón.

Ya no son así las cosas
decía otra muchachita,
hoy los rellenan con harina
o cualquier otra cosita.

Tambén se forman pandillas
de hombres y mujercitas,
para aventar los cascarones
y hacer tremendas guerritas.

Una vez, dijo otra chica:
cuando venía caminando,
aventaron un cascarón
que me pasó rozando.

Intervino otra chamaca
hoy en esta verbena,
lanzan huevos a los carros
enteros con clara y yema.

Otros que van en autos
los arrojan a las gentes,
a ventanas de las casas
o a personas inocentes.

Por eso es que no vamos
a la fiesta del carnaval,
para qué nos arriesgamos
a que nos hagan un mal.

La abuelita les decía:
ni se acerquen a la plaza,
vean la tele por la noche
y no salgan de casa.

Esta fiesta de ha acabado
ya no es la sana diversión,
hoy solo son agresiones
por vándalos sin educación.        

      

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