muy duros para vivir,
con tortillas y frijoles
conseguimos subsistir.
Poca carne se comía
y frutitas casi nada,
muchas carencias había
en nuestra tierra amada.
Los mezquites de mi tierra
tierra por Dios bendita,
sin regarlos ni podarlos
producían mucha vainita.
Buenas eran de verdad
esas frutillas huesudas,
que de niños disfrutamos
bien cociditas o crudas.
La única vitamina
de esa época gloriosa,
fue la vitamina p2
gratis y muy sabrosa.
Era sabrosa la bicua
en el tiempo de endenantes,
aflojaba el excremento
mejor que los laxantes.
Nadie sabía qué era eso
pero al siguiente día,
cuando íbamos al corral
puro chorro nos salía.
Eran de varios colores
blancos y rayaditos,
unos muy amargosos
y otros muy dulcecitos.
Los más apreciados eran
los que estaban cafecitos,
dulces como la panocha
y buenos pa' los peditos.
Algunos se comían verdes
y no por eso sabían mal,
eran dulces y carnosos
por el agua del canal.
Y en la ringlera de Pepe
los podíamos disfrutar,
con carrizo o a pedradas
los teníamos que tumbar.
En los mezquites moraban
bichos no muy apreciados,
que dejaban los mezquites
mordisqueados y zurrados.
Eso bien lo sabíamos
y a nadie le repugnaban,
rayados o maduritos
a todos nos encantaban.
¡Ah! que buenos los mezquites
los mezquites maduritos,
¡Ah! que buenos los mezquites
aunque fueran rayaditos.
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